lunes, 17 de octubre de 2011

Se tiene que descubrir empresarialmente

¿Qué debe enseñarse en las universidades? ¿En qué idioma? ¿Cuántos taxis debe haber para atender la demanda en Londres? ¿Cómo tienen que ser los teléfonos móviles que se produzcan? ¿Qué tipo de interés debe aplicarse en cada momento?

Nadie podría garantizarnos una respuesta concreta óptima a estas preguntas. Ningún burócrata ni científico tiene la información suficiente. Y aunque pudiese llegar a tenerla se quedaría desfasada inmediatamente al tiempo que cambian las circunstancias. La mejor manera de responder a cada una de estas preguntas es la misma: se tiene que descubrir empresarialmente.

El descubrimiento empresarial es un proceso dinámico en el que participan multitud de empresas compitiendo entre sí, aportando lo mejor de su creatividad, de sus recursos, de su experiencia y sabiduría para satisfacer al consumidor mejor que sus rivales. Algunas tienen éxito, otras fracasan, otras sacan al mercado un producto formidable pero al poco tiempo éste queda obsoleto superado por otro de la competencia. El proceso competitivo de descubrimiento empresarial nos ha dado los teléfonos inteligentes de última generación. Gracias a él cientos de millones de personas han podido beneficiarse del talento y la creatividad de Steve Jobs. Es un proceso imparable de adaptación e innovación en el que los consumidores participan comprando o dejándolo de hacer y así contibuyen a que prosperen los productos que por su calidad, su precio o su diseño, mejor se adapten a sus gustos. ¿Existirían los teléfonos móviles hoy si se hubiera encargado de su desarrollo algún ministerio cubano?


En otros ámbitos, sin embargo se renuncia a este proceso y se confía la resolución de los problemas a algún iluminado supuestamente muy sabio o se deja que una mayoría decida lo que es mejor para el colectivo, y le imponga a todos su solución, democracia. Se permite, por ejemplo, que Cándido Méndez o Toxo, decidan qué salarios son los correctos, que Trichet suba o baje los tipos de intervención del Banco Central cuando considere oportuno, porque se supone que tiene un conocimiento científico infalible que le permite saber en cada momento el precio óptimo. Permitimos también que un reducido grupo de burócratas determine qué debe estudiarse en los institutos, o a qué precio debe venderse el tabaco, o que una mayoría determine en qué idioma se debe estudiar en un sitio e imponga esa solución a todos.

En un proceso de descubrimiento empresarial el consumidor puede elegir entre una amplia gama de soluciones, en un proceso de determinación administrativa no tiene más remedio que tragar con lo que hay, le guste o no. En un caso la dinámica competitiva lleva a una perfeccionamiento continuo de los productos, y en otros como el mercado laboral español, la brutal rigidez imperante conduce a un estancamiento crónico.

No dejemos que Méndez, ni Rubalcaba nos solucionen los problemas. Ni ellos ni nadie conocen la respuesta. Es algo que se tiene que descubrir empresarialmente.
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