sábado, 27 de septiembre de 2008

Crisis: Teoría y hechos

Ante una crisis como la actual es normal que todo aquel que confiaba en un modelo económico valore si los hechos acaecidos se ajustan o no a ese modelo teórico. Así por ejemplo, hay a gente como Raimon Obiols, quien dirigió el PSC hasta 1996, que reconocen humildemente, que el modelo en que hasta ahora creían, la socialdemocracia, no ofrece respuestas a la actual crisis. También hay gente, como el arzobispo de Canterbury, aquél que bendecía la implantación de la Sharia en el Reino Unido, que cree que los hechos vienen a darle la razón a Marx y que asistimos al principio del fin del capitalismo. Interpretaciones parecidas a ésta última tienen mucha repercusión en los grandes medios de comunicación, cosa por otra parte, fácilmente predecible.

Lo que no tiene tanta repercusión es la interpretación de los seguidores de Mises, a pesar de haber vaticinado el hundimiento del mercado inmobiliario y el descalabro del sistema financiero hace más de un año, cuando aún prevalecía el optimismo entre los inversores. Recordemos que el IBEX alcanzó su máximo histórico el pasado mes de noviembre.

Mises defendía que las depresiones eran consecuencia de las políticas de expansión crediticia patrocinadas por los gobiernos pensadas para rebajar los tipos de interés del mercado. Y lo que hemos tenido en España, más que una expansión habría que llamarlo auténtico desparrame crediticio: entre 2001 y 2007 la actividad crediticia creció cada año un 25%, algo que no ha ocurrido en ningún otro lugar del mundo, ni siquiera en China. Para hacerse una idea de lo que significa crecer anualmente al 25%, consideremos que tenemos una deuda de 3.000 euros. Si crece a ese ritmo, al sexto año la deuda ascenderá a 11.444€ y al décimo a 27.940. O sea, es un ritmo insostenible a medio plazo. Y ocurre que en España, donde el crédito crecía a ese ritmo gracias al ahorro extranjero, ahora las fuentes de financiación están cerradas a cal y canto. Teniendo en cuenta que además hay en este país tal cantidad de viviendas sin vender que se necesatarían cuatro años para venderlas todas al ritmo actual de ventas, no hacía falta ser un adivino para anunciar un frenazo en seco de la construcción, lo que se traduce inevitablemente en un importante aumento del desempleo, que además será muy difícil de revertir en las condiciones actuales. Mises defendía también que esas políticas expansivas del crédito creaban malas inversiones a gran escala, que privaban de capital líquido al sistema económico y llevaban a contracciones del crédito y de ahí las depresiones. Y vemos cómo ése es precisamente el panorama actual en España donde la fiebre inmobiliaria hizo que el precio del metro cuadrado superase los 6.000€ en nueve ciudades en 2.006, y que fuese más barato comprar un piso en el centro de París que en la playa de Castelldefels. Y los bajos tipos de interés han provocado aquí también escasez de liquidez en las entidades bancarias. Los defensores de estas políticas parecen creer que se pueden bajar los tipos sin que descienda el ahorro, tal vez porque crean que los que ahorran no tienen otra alternativa para su dinero que depositarlo en los bancos.

Ludwig von Mises era además un destacado defensor del patrón oro que , según creía, haría imposible tanto la inflación como la deflación, pero este asunto no lo trataremos aquí sin antes haberlo estudiado en profundidad.

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jueves, 25 de septiembre de 2008

Los fundamentos de la prosperidad I: la producción

La pobreza, cuenta el columnista Jonah Goldberg," es la condición normal de la humanidad. Es una condición que viene preestablecida de fábrica para nosotros los mortales. Como individuos y como especie, nacemos desnudos y sin un céntimo, privados de habilidades y posesiones. Del mismo modo, en la infancia de la civilización el hombre era pobre, en todos los sentidos. Vivía en la ignorancia, la suciedad, el hambre y el dolor, moría muy joven ya sea por enfermedades o por la violencia. La pregunta interesante no es "¿Por qué hay pobreza?" sino "¿Por qué hay riqueza?". Y esa es la pregunta que trataremos de responder.

La pobreza es lo natural. Lo articial, la riqueza. Ésta es por tanto, consecuencia de la acción humana. Se debe a personas que se esfuerzan por satisfacer las demandas de los demás, que aportan nuevos planteamientos y trabajan con afán por hacer realidad sus ideas. Pero esto ocurre en todos los países. La diferencia es que en algunos sitios existe un entorno que permite y estimula las ideas y el esfuerzo y en otros se ponen más obstáculos a la producción, al ahorro y al libre intercambio, que son precisamente, los fundamentos de la prosperidad:

La producción

Cuanto más produce el individuo, tanto más acrecienta la riqueza de toda la comunidad. Puede parecer evidente, pero sin embargo, se siguen reclamando políticas restrictivas de la producción como reducir forzosamente la jornada laboral a 35 horas o restringir la oferta de suelo edificable. Frente a tan equivocadas propuestas, debemos reiterar una y otra vez que el bienestar y la prosperidad son consecuencia de la producción, no de la restricción. El nivel de riqueza depende del empleo dado a unos siempre escasos factores de producción. Cuando tal utilización se restringe, no aumenta sino que disminuye el nivel de bienes disponibles. Existen infinidad de combinaciones posibles para utilizar esos limitados factores de producción. Según se combinen, el resultado será uno u otro; la plena producción o una producción de menor valor. Hay que recordar que entre una buena solución y la solución óptima, puede haber muchísimo dinero de diferencia. Para una cantidad limitada, por ejemplo, de madera, hay infinidad de combinaciones posibles para utilizarla en el proceso productivo: 10% para lápices, 20% para sillas del tipo A, 35% para mesas del tipo B etc. Cuando se tiene que decidir con precisión sobre la totalidad de los factores productivos nos enfrentamos a un problema enormemente complicado que únicamente el vilipendiado mecanismo de los precios libres es capaz de resolver. Así lo explica la teoría económica de Mises , avalada por una abrumadora evidencia empírica:

"Toda injerencia estatal en la actividad mercantil, desde luego, desvía la producción del curso que habría seguido presionada tan sólo por los consumidores a través del mercado.(...) La interferencia impide a los individuos utilizar sus conocimientos y sus habilidades, su capacidad de trabajo y los factores materiales de producción del modo que le reportarían los máximos beneficios y las más cumplidas satisfacciones. Esta injerencia, por tanto, empobrece a la gente cuyas apetencias quedan sólo en menor grado satisfechas. ( ...) Como quiera que en el mercado inadulterado prevalece una tendencia irresistible a emplear cada factor de producción de la manera que mejor satisfaga las más urgentes necesidades del consumo, si el gobierno interfiere el proceso no logra otra cosa que desvirtuar esa tendencia".

El mecanismo de los precios libres acomoda día a día las variaciones constantes entre los elementos que intervienen en la fijación de precios. Millones de individuos influyen diariamente sobre ellos según lo que demanden y lo que ofrezcan. Ningún gobernante por sabio y ecuánime que sea, es capaz de encontrar una alternativa que satisfaga mejor las necesidades de esos millones de individuos que la que consiguen ellos mismos interactuando libremente. Por eso los países que han confiado en una producción centralmente planificada no han podido, ni remotamente, conseguir una producción que satisfaga las necesidades de sus consumidores mejor de lo que han podido hacerlo los que han confiado en el mercado. Por eso la riqueza es mayor allí donde menos se han aplicado políticas restrictivas de la producción.

En las siguientes entregas se analiza el papel del ahorro y del libre intercambio como fundamentos de la prosperidad.

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