jueves, 24 de septiembre de 2009

El autoabastecimiento como fin

En la tertulia del programa Cierre de Mercados de Intereconomía he escuchado hoy a un contertulio justificando la política de subvenciones a las energías renovables porque cada año transferimos al exterior unos 45.000 millones de euros por las importaciones energéticas. Decía que apostar por el autoabastecimiento es positivo. El contertulio se llama Juan Carlos y da clases en el IESE.

Entendería que los políticos que han implementado esas políticas y las empresas que se han beneficiado de ellas usasen tales argumentos. Pero que lo haga un contertulio independiente es desolador.

Oiga, don Juan Carlos. ¿Qué le parecería si para no transferir recursos al exterior, cada uno de nosotros optamos por el autoabastecimiento y tejemos la ropa que vestimos, pescamos el pescado que comemos , y criamos los cerdos que comemos? Lo que usted llama transferir recursos al exterior es intercambiarlos por cosas que consideramos más valiosas. Nuestras exportaciones son el precio que pagamos para poder importar, para poder consumir cosas que hacen otros. Porque si las hacen mejor y más económicamente que nosotros ¿no es mejor comprárselas baratas que utilizar nuestros recursos produciéndolas ineficientemente? Apostar por el autoabastecimiento no es positivo. Lo positivo es maximizar la propia producción y esto se consigue dedicando nuestro tiempo y nuestros recursos a lo que mejor sepamos hacer. Así produciremos más y tendremos más excedente que podremos intercambiar por lo que otros produzcan mejor. Las naciones y las personas se enriquecen dedicándose a lo que mejor saben hacer e intercambiando su excedente con otros. No es malo gastar 45.000 millones de euros en energía si nos sale más barato que producirla nosotros. Es absurdo producir energía solar,11 veces más cara que las otras energías, en lugar de comprar fuera otra energía más económica y dedicar nuestros recursos a algo provechoso.

No me había sorprendido tanto una opinión en una tertulia desde que escuché hace unas semanas a Javier Sardà decir en Catalunya Radio que gastarse muchos millones en hacer los letreros del plan E es positivo porque al fin y al cabo alguien hace esos letreros y por tanto se crea empleo.

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Derribemos barreras a la contratación

No hace falta ser liberal ni ultraliberal para saber que la rigidez del mercado laboral es dañina para el conjunto de la sociedad y nefasta para los que buscan empleo.

La economía española, al pinchar la burbuja inmobiliaria, se enfrenta a un reajuste brutal de su estructura productiva. En un país donde la construcción representaba cerca del 15% del PIB, frente al 5 ó 6% de otros países del entorno, era inevitable una fuerte destrucción de empleo desde el momento en que el stock de viviendas sin vender empezó a alcanzar niveles muy altos. Lo que sí debería de evitarse es que los sectores que deberían tomar el relevo, tengan obstáculos a la hora de contratar trabajadores y de acceder al capital. Para ello sería necesario flexibilizar el mercado laboral y dejar de desviar el capital escaso a proyectos poco productivos como los del plan E.

Actualmente, excepto los sindicalistas y los políticos más dogmáticos, poca gente discute que la carestía del despido desincentiva la contratación definitiva, que las elevadas cuotas de la Seguridad Social encarecen los costes laborales y consecuentemente reducen la demanda de trabajadores, que la negociación colectiva está desconectada de la realidad de las empresas, y que los seguros de paro generosos reducen los incentivos de los desocupados a buscar empleo.

Es un grave error pretender combatir el desempleo protegiendo contra viento y marea puestos de trabajo que han dejado de ser productivos. No debe protegerse el puesto de trabajo sino al trabajador, ayudándole a formarse y a encontrar un trabajo productivo. Si una empresa produce con 20 trabajadores lo que podría producir con 14, es como si estuviese pagando a seis por no producir nada. Si la empresa no prevé una pronta recuperación de la actividad es absurdo que los mantenga en plantilla. La legislación debe favorecer el ajuste de la estructura productiva en lugar de impedirlo. La sociedad se enriquece cuando las empresas producen lo que demandan los consumidores.

Derribando barreras a la contratación como la altísima indemnización por despido improcedente vigente en España habría más empresas dispuestas a contratar parados. Éstos se beneficiarían de un salario muy superior a 420€, los contribuyentes se ahorrarían los subsidios que tienen que pagar actualmente a esos parados y los consumidores podrían disfrutar de los bienes y servicios que esos nuevos contratados produjesen; pero hay un dogmatismo ideológico muy arraigado que se opondrá radicalmente a una reforma tan necesaria.

En Dinamarca despedir es barato y los parados reciben por largo tiempo ayudas mientras el Estado les ayuda a formarse para encontrar un empleo productivo. El paro es apenas del 3%.

Como dijo un buen economista: comprobado el buen funcionamiento de unas medidas, oponerse a ellas en aras de una falsa moral, de una superstición o de un dogmatismo interno, sólo puede entenderse como una perversión.

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domingo, 13 de septiembre de 2009

Ni jama ni libertad

Explica Carlos Rangel que el político argentino Domingo Sarmiento, en su obra Facundo, relata que entre 1835 y 1840 el dictador Rosas sistemáticamente hacía encarcelar sin causa especial a grupos de dos o trescientos ciudadanos escogidos más o menos al azar; y al soltarlos, dos o tres meses más tarde, un número parecido de personas los reemplazaba en las mazmorras. ¿Qué habían hecho? Nada, era simplemente pedagogía política caudillista. Se trataba de aterrorizar al personal. “Si no habiendo hecho nada me encarcelan, no quiero ni pensar qué me pasaría si hiciese algo ilegal”

En el año 2009 sigue habiendo dictaduras que encarcelan a personas inocentes simplemente por conveniencia política. Un caso muy reciente es el del cubano Pánfilo, que acaba de ser condenado a dos años de cárcel tras ser juzgado bajo el cargo de "peligrosidad predelictiva". O sea, antes de cometer delito alguno le meten a uno en la cárcel porque la “Justica” decreta que podría delinquir. Podría, por ejemplo, cometer el atroz delito de denunciar la desesperante falta de comida (jama) que sufren los cubanos, que es lo que hizo Pánfilo y es lo que le ha costado perder la libertad en esa isla gobernada por criminales donde la escasez de productos básicos es tan grande que la gente hace cola para comprar el Granma, no para leerlo sino para utilizarlo como papel higiénico. Por mucho que el Gobierno se empeñe en desviar el papel escaso para usos propagandísticos, la gente lo acaba utilizando para lo que realmente lo necesita. Es el mercado, negro o blanco, el que asigna los recursos del modo que satisfacen las más urgentes necesidades de los consumidores, y es el planificador central el que con sus mandatos coactivos descoordina y empobrece al asignar los recursos ineficientemente.

Mientras los cubanos tienen que padecer diariamente la escasez de comida y la ausencia de libertad, la inmensa mayoría de los medios españoles jamás llaman dictadores a los hermanos Castro y siguen abundando los artistas que alaban las bondades de la Revolución.


sábado, 5 de septiembre de 2009

Un ministro antisistema

Ha sonado la hora del despotismo. Rubalcaba pretende que los legisladores tomen posesión de la omnipotencia. El Tribunal Constitucional no tiene más que dejarles hacer: “Lo que España no puede hacer es negar la decisión del Parlamento catalán


Sabíamos que un poder sin justicia conduce a la opresión y a la tiranía, y que una justicia sin poder nos lleva a la corrupción y a la impunidad. Pero ahora, con una sencilla frase, Rubalcaba se carga todo el equilibrio de poderes, la arquitectura institucional del Estado y la soberanía nacional. Pretende dotar a los parlamentarios de un poder sin límites, el sueño de los sátrapas en todas partes y en cualquier época. Podrían los parlamentarios vascos decretar la expulsión de los Rh- positivos, porque lo que España ni sus tribunales pueden hacer es negar la decisión del parlamento vasco. Podrían en Andalucía aprobar una legislación esclavizando a las mujeres rubias y despojando de todas sus propiedades a los hombres pelirrojos, porque nadie puede negar la decisión del parlamento andaluz, un parlamento democrático, elegido por el pueblo.

Para evitar estos atropellos se inventó hace tiempo la justicia constitucional. Quienes no entienden que los parlamentarios están sometidos al Estado de Derecho, ignoran todo sobre la naturaleza del estado democrático actual. Estábamos tan acostumbrados a escuchar a políticos nacionalistas deslegitimar al Tribunal Constitucional, que ahora no nos escandaliza que sea un peso pesado del gobierno quien lo haga.




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