jueves, 17 de mayo de 2007

Héroes




Lo explicaba hace unos meses Ricardo López Göttig con una claridad insuperable:

América Latina se ha perdido en el laberinto de quienes sueñan con tener héroes que la salven de la pobreza y la postergación, buscando al redentor que finalmente logre sacarla del pozo al que nos arrojaron potencias malignas y designios perversos. Así han aparecido héroes de la retórica, de promesas, de gestos altisonantes, que proclaman reivindicaciones simbólicas que encienden el orgullo inmediato para ganar elecciones. Una vez arribados a la presidencia, estos héroes reclaman para sí una suma de poder incuestionable, ilimitado, concentrado, para llevar adelante sus gestas épicas. No les caben las reglas de la normalidad democrática, de la alternancia pacífica en el gobierno, ni los límites constitucionales y los contrapesos republicanos.

Esta fe en el líder providencial que resolverá definitivamente las injusticias se halla, lamentablemente, muy extendida en Iberoamérica. Lo he podido comprobar participando en diferentes foros políticos. Incluso los detractores de populistas como Chávez reclamaban “líderes de verdad”, que cogiesen las riendas, que enderezasen el rumbo de la nación; y no un gobierno que garantizase un marco legal estable que les dejase trabajar y prosperar en paz. Un gestor eficaz pero aburrido y carente de carisma como Aznar jamás hubiese ganado unas elecciones, por ejemplo, en Ecuador. El pueblo quiere fútbol y populismo. Reclama héroes. Redentores carismáticos que desafíen al enemigo exterior y nos devuelvan el esplendor perdido. Porque siempre hay un culpable en el exterior de nuestras desgracias y siempre hubo en el pasado una arcadia feliz que nos arrebataron, como el glorioso Imperio Inca. También en Europa hay populistas como Le Pen que añoran la Francia de Juana de Arco o andalucistas que fundamentan su realidad nacional en la lejana Tartessos.

Para llevar a cabo la gesta heroica de recuperar el esplendor perdido hacen falta mesías, héroes. Estos héroes, una vez que alcanzan la presidencia, reclaman para sí una suma de poder ilimitado e incuestionable para llevar a cabo su tarea épica. No se pueden poner límites a su acción porque él es el encargado de guiarnos hacia la salvación. Si las constituciones restringen ese poder se cambian; si la Justicia puede interferir en su misión, se la somete; si las televisiones incomodan, se cierran; si es preciso gobernar por decreto durante meses, se hace.


Deberían saber, los ciudadanos que han de padecer a estos héroes, que la prosperidad la traen siempre los individuos cooperando pacíficamente en mercados libres. No los gobiernos, ni los mesías. Los países que se han hecho ricos no lo han hecho por el poder de sus gobiernos, sino por el poder de sus individuos. Produciendo al máximo sin trabas e intercambiando bienes y servicios. Un gobierno puede arruinar un país con medidas equivocadas, pero no puede traer la prosperidad por sí solo. Es un error dar tanto poder a los gobernantes. Lo que se tiene que hacer es liberar las fuerzas productivas del hombre . Así fue como el capitalismo liberal consiguió transformar la faz de la tierra y produjo un considerable desarrollo económico en Occidente.

1 comentario:

Ignotus dijo...

No solo América Latina reclama líderes. En Europa estamos más preocupados por las andanzas de nuestros paladines, héroes que harán bajar el precio de nuestras hipotecas, que en reflexionar sobre nuestra propia responsabilidad en la economía diaria. Compramos pisos al límite de nuestras posibilidades económicas y, como hemos sido incapaces de hacer las previsiones más sencillas, pedimos gobiernos que subvencionen nuestra falta de cabeza.

Creo que tienes razón. Desde mi punto de vista (cómodo y europeo, todo hay que decirlo) América explota la psicología de la víctima hasta la náusea. Pero no solo ellos, también nosotros, estamos, lamentablemente, lejos aún del pensamiento liberal clásico resumido en lo que has dicho antes, que "la prosperidad la traen siempre los individuos cooperando pacíficamente en mercados libres." No creo que esté cerca el día en que los hombre pidamos "un gobierno que garantice un marco legal estable que nos deje trabajar y prosperar en paz". Quizás ese día nos demos cuenta de que gobiernos y líderes son del todo innecesarios.