domingo, 18 de noviembre de 2007

Jeremy Rifkin entre las eminencias del PSOE

Desde hace siglos se halla muy extendida la creencia de que los avances tecnológicos incrementan el desempleo. A pesar de ser desmontada en muchas ocasiones, esta equivocada idea sigue muy viva hoy en día. Uno de sus mayores valedores es Jeremy Rifkin, el autor de El Fin del Trabajo, recientemente fichado por el PSOE para colaborar en el diseño de su programa electoral junto a otras eminencias.

A principios del siglo XIX en Inglaterra, surgió un movimiento obrero que protestaba contra la introducción de las máquinas y la generalización del sistema fabril. Los llamados luditas, destruían las máquinas de las fábricas para defender sus puestos de trabajo. En la industria de la fabricación de medias, por ejemplo, en un solo tumulto fueron destruidos más de mil telares. Además se amenazó a sus inventores, que tuvieron que huir para salvar su vida. Aunque en un primer momento miles de obreros fueron desplazados por las máquinas, a finales de ese siglo, la industria de fabricación de medias empleaba, por lo menos, a cien obreros por cada uno de los empleados a principios de siglo. Henry Hazlitt lo explica detalladamente en uno de los capítulos de La economía en una lección.

En la actualidad los neoluditas no se dedican a quemar talleres ni a destruir maquinaria, pero comparten con los luditas del XIX la idea de que los avances tecnológicos destruyen empleos. En una entrevista de hace dos años Rifkin declaraba: El desempleo se debe al avance de la tecnología, que elimina empleos que pueden ser sustituidos por máquinas. Es algo que lleva sucediendo desde que empezó la Revolución Industrial. (... ) La semana de 35 horas no es la razón del desempleo. La causa del desempleo es la sustitución de trabajadores por la tecnología. Y eso pasa en todo el mundo.

Su análisis es muy simple. Si una máquina puede hacer el trabajo que antes hacían treinta hombres. A medida que vayan introduciéndose esas máquinas irá aumentando el desempleo. Para evitar que éste se dispare, proponen repartir el trabajo limitando la jornada laboral. Rifkin está considerado como el principal ideólogo de la fracasada medida de reducir la jornada a 35 horas.

El buen economista, sin embargo, no debe quedarse en las consecuencias inmediatas de una medida. Los avances tecnológicos pueden en primera instancia destruir algunos empleos, pero también permiten aumentar la productividad enormemente. Hoy en cualquier país desarrollado menos de un 5% de la población se dedica a la agricultura y produce mucho más de lo que producía la población agraria de hace un siglo, que representaba más de un 80% del total. Los avances tecnológicos han multiplicado la producción en este y otros sectores y el desempleo no es un problema donde hay mercados laborales libres. Gracias a la tecnología la producción ha aumentado espectacularmente, lo que ha abaratado los precios de los productos y ha hecho posible que una hora de trabajo en la actualidad tenga un valor aproximadamente 25 veces superior en relación al de mediados del siglo XIX. La mano de obra que la tecnología ha liberado del sector agrícola, ahora puede dedicarse a producir muebles, a conducir taxis, o a fabricar televisores, automóviles u ordenadores para nosotros. Hace un siglo nadie demandaba muchas cosas que ahora nos parecen imprescindibles. Los frigoríficos eran un lujo sólo al alcance de unos pocos ricos hace unos cincuenta años en España. También lo fueron en su momento los coches o el irse de vacaciones al extranjero. Mientras haya demandas humanas insatisfechas que el trabajo pueda satisfacer, el desempleo será muy bajo en los mercados laborales libres. La causa del desempleo no es el avance tecnológico sino la rigidez de los mercados laborales. Cuando unas demandas hayan sido satisfechas aparecerán otras nuevas, porque está en la naturaleza humana reclamar cada vez más comodidades, más servicios, más productos. Y está en manos del libre mercado el proporcionarlos. Los viajes espaciales ahora nos parecen un lujo para multimillonarios excéntricos, como lo era hace siglos el irse de vacaciones, pero quizá para nuestros nietos sea algo tan común como irse en autocar a Andorra. ¿ Quién se imaginaba hace cien años que todos íbamos a demandar ordenadores o segundas residencias ?

No tiene ningún sentido repartir el empleo, porque éste no es una constante. Para que uno trabaje más no es necesario que otro trabaje menos. El fin del trabajo no debe preocuparnos porque siempre habrá demandas por satisfacer. Cuando la tecnología haga posible que una máquina multiplique la producción de un bien por cinco con la mitad de trabajadores, esos trabajadores podrán dedicarse a producir nuevos bienes y servicios para nosotros. Y el abaratamiento de los productos que en un mercado libre y competitivo logran los avances tecnológicos, hará que tengamos más dinero para gastar en otras cosas y demandemos servicios que antes no podíamos permitirnos, como un profesor particular de francés o un viaje guiado a Tanzania.

Rifkin y el PSOE están equivocados. Ignoremos sus absurdas propuestas y trabajemos por un mundo más libre y próspero.

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3 comentarios:

Fernando A. Ramírez Martínez dijo...

Lo del trabajo "termodinámico" es sin duda la más grave de todo lo que creen ahora en la izquierda y parte de la derecha. Es lo que les hace creerse capaces de cortar y pinchar sin que nada se desestabilice.

Odalric dijo...

Nairu, totalmente de acuerdo.

Carlos López Díaz dijo...

¿Cómo? ¿Entre el grupo de expertos no figuran Bardem ni Miguel Bosé? Yo de ellos me quejaría.

El socialismo no tiene sentido del ridículo. Lo que le salva es que la gran mayoría de la gente no tiene ni pajolera idea de quién es Rifkin y se queda con lo de expertos, "loh que zaben", como dirían los del Río.