viernes, 11 de abril de 2008

La Cataluña amontillada

Cabría recordar que hubo, no hace tanto, una sociedad civil catalana emprendedora y dinámica. Ambiciosa, pujante, con iniciativa, inquieta, que prosperaba sin tratar de complacer al poder político. Los genios de la arquitectura modernista no mendigaban subvenciones a los poderes públicos. Quien busca la excelencia en su trabajo no se deja envilecer ni corromper fácilmente. Y pocas cosas corrompen y envilecen más que las subvenciones públicas. Cuando el principal propósito de uno es conservar la subvención, complacer al político que la otorga, el rigor y la ética profesional acaban sacrificándose.

Gaudí emprendió la construcción de la Sagrada Familia sin tener ni siquiera permiso de obras. En la hiperregulada e hiperintervenida Cataluña de hoy, difícilmente se mueve algo en el terreno cultural sin buscar el visto bueno de los políticos. Hasta para ejercer de estatua humana en las Ramblas o de músico en el metro se necesita un permiso municipal.

Donde más se nota la degradación que han traído las subvenciones públicas es en la prensa. Montilla subvencionó en 2007 a los periódicos catalanes con más de 17 millones de euros y con más de un millón a páginas web afines. Además la revista Time Out, que dirigía un analista muy nacionalprogresista de TV3, recibió más de medio millón de euros de La Generalitat. Habrá quien no vea la relación causa-efecto, pero lo cierto es que la prensa en Cataluña es atrozmente servil. De los dos grandes periódicos, uno lo dirige el hermano del conseller Nadal, uno de los pesos pesados del PSC. Tanto con el director actual como con el anterior, los editoriales y el periódico entero, parecen siempre redactados directamente desde la sede del PSC en la calle Nicaragua. El otro gran periódico ha variado su línea editorial según han soplado los vientos de la conveniencia, pasando desde el franquismo al felipismo o al nacionalismo. El resultado es que casi nadie se entera de las tropelías que perpetran los políticos locales. La prensa madrileña puede tener muchos defectos, pero al final siempre hay alguien que saca los trapos sucios. Aquí no, aquí se ocultan. Lo importante no es informar a los lectores sino tener contentos a los que reparten las subvenciones y contratan la publicidad institucional. Si no es por los medios de fuera, o por algún pequeño periódico digital, nadie se entera de los créditos perdonados al partido de Montilla, ni de los 300.000 euros gastados en encargar informes a los amigos, ni de que la hija del conseller Baltasar cobra 60.000 euros al año de la Generalitat, ni de los 120.000 euros que nos cuesta mantener alimentado a Carod-Rovira.

Hasta tal punto se han acostumbrado los políticos catalanes al servilismo de la prensa que cuando a un redactor de La Vanguardia se le ocurrió informar de que un abogado del Estado preparaba un informe que matizaba algunos artículos del Estatut, el director de Comunicación de Montilla lo consideró inconcebible y amenazó así el redactor: Te juro que no voy a para hasta joderte. (... ) Vamos a ir a por vosotros, os vamos a hundir. Si se ponen así por estas nimiedades, imagínense cómo serían las amenazas si informasen de los asuntos verdaderamente escandalosos.

Decía Ignacio Sánchez Cámara que, en nuetra época, los bárbaros no esperan al otro lado de las fronteras, sino que llevan gobernándonos hace algún tiempo. Y nuestra falta de conciencia de ello constituye parte de nuestra difícil situación.

La calidad democrática se resiente ante una sociedad civil sometida, subvencionada o simplemente enmudecida. Hace falta más iniciativa privada y menos intervención, regulación y planificación. La sociedad servil no debe prevalecer sobre la sociedad civil.

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1 comentario:

Fernando A. Ramírez Martínez dijo...

Completamente de acuerdo. Ahora lo que deberíamos hacer es pensar en una estrategia para ir poco a poco logrando una sociedad que no busque depender de otros para su subsistencia, lo cual, dada la trayectoria de España en general, se presenta difícil.

La representatividad de los partidos en el parlamento es algo que, al menos por lo que yo he ido oyendo de gente de muchas afinidades, indigna bastante. Quizás ahí podría entrar una cierta cuña liberal e ir haciendo hueco a diferentes propuestas.