jueves, 24 de septiembre de 2009

Derribemos barreras a la contratación

No hace falta ser liberal ni ultraliberal para saber que la rigidez del mercado laboral es dañina para el conjunto de la sociedad y nefasta para los que buscan empleo.

La economía española, al pinchar la burbuja inmobiliaria, se enfrenta a un reajuste brutal de su estructura productiva. En un país donde la construcción representaba cerca del 15% del PIB, frente al 5 ó 6% de otros países del entorno, era inevitable una fuerte destrucción de empleo desde el momento en que el stock de viviendas sin vender empezó a alcanzar niveles muy altos. Lo que sí debería de evitarse es que los sectores que deberían tomar el relevo, tengan obstáculos a la hora de contratar trabajadores y de acceder al capital. Para ello sería necesario flexibilizar el mercado laboral y dejar de desviar el capital escaso a proyectos poco productivos como los del plan E.

Actualmente, excepto los sindicalistas y los políticos más dogmáticos, poca gente discute que la carestía del despido desincentiva la contratación definitiva, que las elevadas cuotas de la Seguridad Social encarecen los costes laborales y consecuentemente reducen la demanda de trabajadores, que la negociación colectiva está desconectada de la realidad de las empresas, y que los seguros de paro generosos reducen los incentivos de los desocupados a buscar empleo.

Es un grave error pretender combatir el desempleo protegiendo contra viento y marea puestos de trabajo que han dejado de ser productivos. No debe protegerse el puesto de trabajo sino al trabajador, ayudándole a formarse y a encontrar un trabajo productivo. Si una empresa produce con 20 trabajadores lo que podría producir con 14, es como si estuviese pagando a seis por no producir nada. Si la empresa no prevé una pronta recuperación de la actividad es absurdo que los mantenga en plantilla. La legislación debe favorecer el ajuste de la estructura productiva en lugar de impedirlo. La sociedad se enriquece cuando las empresas producen lo que demandan los consumidores.

Derribando barreras a la contratación como la altísima indemnización por despido improcedente vigente en España habría más empresas dispuestas a contratar parados. Éstos se beneficiarían de un salario muy superior a 420€, los contribuyentes se ahorrarían los subsidios que tienen que pagar actualmente a esos parados y los consumidores podrían disfrutar de los bienes y servicios que esos nuevos contratados produjesen; pero hay un dogmatismo ideológico muy arraigado que se opondrá radicalmente a una reforma tan necesaria.

En Dinamarca despedir es barato y los parados reciben por largo tiempo ayudas mientras el Estado les ayuda a formarse para encontrar un empleo productivo. El paro es apenas del 3%.

Como dijo un buen economista: comprobado el buen funcionamiento de unas medidas, oponerse a ellas en aras de una falsa moral, de una superstición o de un dogmatismo interno, sólo puede entenderse como una perversión.

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2 comentarios:

Fer dijo...

Hola,

Sé que la pregunta no guarda relación directa con la entrada actual pero si con alguna de las anteriores que hablan de la generación de riqueza.

¿Si le quitas a un individuo cierta cantidad de dinero (impuestos) y se lo das a otro/s (los parados por ejemplo) el resultado final de creación de riqueza se ve inalterado?

La cuestión es que uno (el que lo ganó originamente) o el otro (el que lo recibe en modo de subsidio) suponemos que lo gastan igualmente de modo que lo evidente es pensar que se crea la misma riqueza gaste quien lo gaste.

Espero tu aclaración

Un saludo

Nairu dijo...

Buena pregunta. Ahora estaré unos días desconectado, pero intentaré contestarte cuando vuelva.