viernes, 11 de junio de 2010

Marc Vidal se equivoca

En un país donde el servilismo y la ignorancia abundan tanto entre analistas y tertulianos es muy de agradecer que haya gente valiente y que hable claro sobre la realidad económica como Marc Vidal. Sin embargo los buenos analistas a veces cometen errores importantes que no se deben dejar pasar por alto. En un artículo del mes pasado escribía:

Que no nos engañen ni un maldito minuto más. Todo este ahorro en el presupuesto a costa de funcionarios, pensionistas y retirada de ayudas a bebés y dependientes, todo ese aumento de impuestos con el que nos van a crujir estos “señores de lista cerrada”, todo, todo eso es para pagar la deuda y evitar que, en los vencimientos, España entre en “default” al no poder colocarla. No es para crecer ni para levantarle la empresa a nadie. ¡Qué leches!


Todo recorte conlleva menos gasto y al reducir el gasto se elimina el objeto de consumo y sin consumo se vende menos y si se vende menos se despide gente y si se despide gente aumenta el paro y si aumenta el paro no se crece y si no se crece aumenta el estancamiento y si aumenta el estancamiento se cierran empresas y si se cierran empresas se recauda menos y si se recauda menos se exigen mayores impuestos para pagar los servicios.


No señor. La riqueza no es consecuencia del consumo. Al revés, podremos consumir si previamente hemos acumulado riqueza. La riqueza es consecuencia de la producción y del libre intercambio, y la producción eficiente a gran escala requiere ahorro, y todo ahorro pasa por renunciar a cierto consumo presente. No es posible consumir permanentemente más de lo que se produce. A base de endeudarse sí es posible hacerlo durante un periodo limitado. Los españoles hemos consumido durante años por encima de nuestras posibilidades y eso no nos ha enriquecido. Al contrario, llegado el momento de pagar la factura, es evidente que no somos tan ricos como creímos. Ajustarse a la realidad es inevitable.


Está muy extendida la idea de que el gasto público es siempre positivo porque, dicen, crea empleo y riqueza. Es una idea que se repite diariamente en tertulias, y parlamentos sin que, la mayoría de las veces, nadie la discuta. Ya sea para colocar carteles informativos del Plan E, para construir recintos feriales que al poco tiempo acaban abandonados, para subvencionar energías poco eficientes. Nos dicen que ese gasto (lo suelen llamar engañosamente inversión) crea empleo y por tanto es positivo. Y que de suprimirlo se destruiría empleo y nos empobreceríamos. Es un grave error. Colocar carteles para el Plan E implica desviar recursos hacia fines poco productivos. Los recursos son escasos y se le pueden dar infinidad de usos alternativos. Unos con mucha utilidad para el bienestar humano y otros sin ninguna. ¿Quién puede decidir cuál es el uso más útil que se les da? Obviamente no un Pepe Blanco ni una Elena Salgado cuya prioridad es la rentabilidad política a corto plazo. Tampoco un Rajoy, ni un Einstein ni una madre Teresa. Nadie es capaz por sí solo de dar una respuesta óptima al problema enormemente complicado de decidir qué producir, en qué proporción, a qué coste y con qué combinación de recursos. Los intentos de planificar la producción centralmente fueron un rotundo fracaso.


Hay que tener muy claro que nuestros recursos son limitados y que según cómo los utilicemos seremos más ricos o no. Por tanto, un mayor gasto público implica un menor gasto y una menor inversión privada. Los gobiernos no sacan los recursos de una chistera sino del bolsillo del contribuyente, incluso cuando se endeudan lo están haciendo a cargo de los ingresos futuros del contribuyente. El mejor modo de satisfacer los deseos diferentes y cambiantes de millones de personas que demandan y ofrecen cosas, es facilitar que ellos mismos lleguen a acuerdos voluntarios. Incautándoles el dinero y dándoselo a un gestor para que lo gaste, sólo entorpeceremos el proceso de cooperación social. Jamás este gestor podrá tener el conocimiento disperso en millones de agentes sobre sus gustos y preferencias.


En conclusión: el gasto público debe reducirse, primero porque no nos podemos permitir gastar permanentemente más de lo que ingresamos; pero también porque implica menor gasto privado y por tanto una asignación de los recursos menos eficiente; y también porque implica menos ahorro, y por tanto menos capacidad para las empresas para acometer las inversiones que las hagan más productivas, es decir, para crear más riqueza en el futuro.


---

1 comentario:

nada dijo...

"La riqueza es consecuencia de la producción"

Yo ciertamente creo que no.

La riqueza es aquello que proporciona orden al individuo (desentropia).

Y no necesariamente tienes que producirla, por ejemplo si te encuentras un montón de ricas fresas en el monte.